Morirás todavía varias veces [Necros]

Acción 1: [Necros]
Poblado de Tliff (pequeísimo)

El hedor del ambiente podría descoser las narices desde dentro si las mentes de los presentes no estuvieran tan envenenadas. El alcohol se repartía a granel en esta sucia taberna de un horrible poblado olvidado.
El hedor… siempre es nauseabundo ese aroma a tercer tiempo…pero el de la muerte lo es aún más. Y Necros apestaba a él aunque la podredumbre mental de los parroquianos tampoco esto percibía.

La reciente segunda muerte de su fétido camarada había renovado (si es que en algún momento mermara) el desprecio general del elfo por todo cuanto palpita, y desde la puerta de la taberna miraba con odio a unos y a otros sin distinguir formas especiales al pasar de un cuerpo al siguiente.
Esquivando uno o dos idiotas que caían a su paso por efecto de la borrachera o las palizas, el elfo consiguió llegar a un banco alejado cuya mesa rechinó al apoyarle sus brazos encima.
Una mesera, joven pero maltratada por la vida, se le acercó con la cara inexpresiva que solo nace del cansancio más absoluto, inútil e irreferente.

-¿Qué le traigo? –pregunta con sequedad.

Necros entró en aquella taberna de mala muerte. Sabía que la peor escoria de aquel nauseabundo pueblo se escondería entre las telarañas de aquella destartalada edificación, mas también sabía que allí corrían todos los chismes de Melvira. Quizás podría reunir algo de información para dar su siguiente paso.

El olor fétido de aquel antro fue como un derechazo directo a su mandíbula, mas se sobrepuso y entró sin titubear. Las gentes allí parecían distraídas con sus propios asuntos y no se preocuparon por su presencia. Mientras buscaba un lugar vacío y apartado donde sentarse, Necros recorría los rostros de los despojos que allí se reunían con odio en su mirada. Repugnantes humanos, grasientos y con rostros deformados era la fauna más abundante del lugar. Algunos peleaban a causa de la ebriedad; otros seguían bebiendo. Sin embargo, toda esa chusma tenía algo en común con el elfo: su mente estaba podrida. No obstante, él sabía que ese no era lugar para él, así que necesitaba terminar rápido sus investigaciones en el lugar.

En una esquina de la taberna, divisó una mesa vacía. Con paso lento y calmado, atravesó toda la sala, evitando a uno o dos borrachos que caían extenuados, hasta llegar allí. Se sentó en el banco y la mesa rechinó al apoyar sus brazos en ella. Pocos años de vida le quedarían ya al mobiliario del lugar. Al poco de sentarse, una mesera se acercó a él.

-¿Qué le traigo? - preguntó con sequedad.

-Hidromiel - respondió el elfo, con la misma sequedad.

La mesera quedó un par de segundos ensimismada, sin moverse, como si no hubiera oído nada. Necros escrutó los ojos de la mujer con su fría y penetrante mirada.

-Además... Cuéntame: ¿qué se cuece estos días por el gran Imperio de Miria? - añadió.

La mesera se disponía ya a buscar su bebida cuando el interlocutor la detiene con una pregunta.
Pocas luces tenía la chica; pocas cosas había tenido tiempo de aprender debido a su extenuante trabajo y otros quehaceres, pero sin embargo conocía los hechos comunes a todos y una o dos cosas más.

-Pues no mucho gracias al Cielo. Siempre que hace algo a todos nos toca ponernos a cubierto. Han anexado otro pueblo hace poco y quemado una una iglesia y una biblioteca de allí que al parecer era bastante interesante, considerando el lugar.

La mesera se retira rápidamente. Al tiempo, vuelve con una bebida servida en un vaso roñoso y lo deja frente al elfo para con la misma presteza retirarse y perderse entre la gente. La mujer no parece muy ávida de conversar.
Sin embargo, el elfo nota que no muy lejos suyo un encapuchado lo estudiaba cuidadosamente con la mirada. Aquel desvía la vista al cruzar las miradas y se aboca al estudio de unos papeles, aparentemente muy viejos, que tenía sobre la mesa. No parece dedicado a la diversión del local.
Necros nota además una energía perturbadora proveniente de aquella persona

Necros escuchó con atención las palabras de la mesera. Parecía ser una ignorante que jamás había dado dos pasos fuera del pueblo. Sin embargo, la poca información que le dio le resultó interesante y le podría resultar útil en algún momento. "Así que han anexado un pueblo y han quemado una biblioteca, ¿eh?" - pensó, mientras la mesera se alejaba. "Es un verdadero fastidio que hayan quemado una biblioteca. Debería contener algún tipo de libro que pudiera causar un daño mayor al imperio. Y eso es lo que más me intriga. ¿Y si era un libro de nigromancia...? Tendré que acercarme por allí y explorar los alrededores. A lo mejor encuentro algo en los restos."

Mientras el elfo seguía perdido en sus elucubraciones, la muchacha volvió con su bebida, servida en un vaso roñoso, y se perdió entre la gente antes de que Necros pudiera reanudar la conversa. "Maldita humana. Tendré que buscar información en alguna otra persona." Por suerte para él, notó unos ojos clavados en su porte. Parecía que alguien lo estudiaba cuidadosamente desde la lejanía. El elfo volvió su cabeza hacia donde notó la presencia. Sus ojos y los del desconocido se cruzaron apenas dos segundos, pero fue suficiente para que Necros notara una siniestra y perturbadora aura - muy parecida a la suya - antes de que se sumergiera en el estudio de unos papeles. Además, se percató de que aquellos papeles parecían considerablemente viejos, a juzgar por el color amarillento y las grietas de sus bordes. "¿Un encapuchado con aura siniestra y unos papeles antiguos? Esto me huele a magia negra. Quizás pueda sacar algo en limpio de ese ser. O quizás me gane la muerte. Quien sabe. Habrá que jugar bien las cartas de las que dispongo."

El elfo agarró el vaso roñoso y dio un sorbo a su bebida. Al mismo tiempo que bebía, se levantó del banco, el cual no pudo evitar rechinar, y se acercó al encapuchado sin titubear. Se sentó en frente de él.

-¿Qué hace alguien con un aura tan perturbadora como tú en un lugar tan apartado de la civilización como éste? Está claro que no eres como la chusma que frecuenta este lugar. Serán ruines ratas de cloaca, pero carecen de voluntad. Tú eres distinto a ellos. Háblame del nuevo pueblo anexado a Miria y de la biblioteca que quemaron hace poco.

El elfo fue directo al grano, sin andarse por las ramas. No quería amigos. No necesitaba amistades. Quería información. Y rápido.

-A menos que tu ignorancia no te haya permitido vislumbrar estos acontecimientos - añadió, con tono burlón y sonrisa sarcástica.

El encapuchado al que se dirige Necros lo mira de manera severa, demostrando molestia. Sin duda el modo en el que se dirigía a él no era el más adecuado.

-Vuestras formas no se condicen con las... artes que de seguro practicas; aunque de seguro si lo hacen con vuestro aspecto. Temiendo que no logre comprenderme, me refiero a que su habla es andrajosa.
Y en cuanto a lo que haya pasado en aquel poblado... sin duda merece atención de los de... nuestro gremio... tengo información sobre eso... en efecto... tengo información de muchas cosas. Chico... tienes un aura muy especial, pero eres demasiado primerizo para acercarte a mí pidiendo conocimiento. Deberías saber que las sombras son reticentes.

El hombre, mientras decía esto, iba cerrando uno a uno todos sus pergaminos, notoriamente para evitar que el elfo los vea.
Una vez cerrados los guarda en un morral que cargaba a su lado y lo hace desaparecer con un chasquido.

-¿De verdad no tienes mentor aún? Conmigo pierdes el tiempo... me sé autosuficiente y evito las cargas innecesarias. Tú serías una... ¿o tienes algo de interés entre tus dañadas manos?

El hombre lo mira entrecerrando un ojo. Se sonríe malévolamente

"Bien, ha picado el anzuelo - pensó Necros. "Ahora es posible que me subestime. Partiré pensando que es un hombre más poderoso que yo. Si ese fuera el caso, un solo error podría costarme la vida. Cuando esté seguro de su poder, quizás podré obligarle a compartir sus conocimientos conmigo.".

Multitud de ideas y planes circulaban por la mente de Necros. Si aquel encapuchado no estaba mintiendo, podría formar parte de algo grande. Eso le acercaría más a su destino final. Pero primero necesitaba algo que llamara la atención de su interlocutor. Una imagen pasó fugazmente por su cabeza. "Jé. Le enseñré ESO"

-Algo de interés, ¿verdad? Y si así fuera, ¿qué podría ganar yo a cambio?

Necros se levantó, terminándose el hidromiel que quedaba en su vaso. Le hizo un gesto al encapuchado para que lo siguiera y salió fuera de la taberna.

-Si tu tutela me puede aportar algo que me beneficie, te mostraré algo... "interesante" - terminó Necros, con un brillo malicioso en los ojos.

El oscuro personaje mira a Necros con desdén todo lo que dura su discurso. Notablemente, sus palabras no le despiertan ni el más mínimo interés.
Ante las palabras del elfo que daban cuenta de poseer algún misterio o don especial, el encapuchado responde con poco más que un suspiro de desgano. Contrario a sus palabras, el personaje le da varios consejos en una perorata subrepticia.

-Te lo repito, pues pareces no comprender las cosas: no sería tu tutor ni aunque fueras el último aprendiz sobre la faz del mundo y los demonios me retorcieran para enseñarte. Deberías saber que no existe la lealtad en nuestro camino, y no tengo interés en acabar con una puñalada en la espalda. Aprende como puedas y busca la información en donde creas mejor. Yo no tengo ningún negocio que hacer contigo.
Pero casualmente me voy ahora. Si te interesa mostrarme algo, espero que tengas una verdadera joya bajo la manga... cosas simplemente “raras” las veo todo el tiempo. Dudo que captes mi atención... pero en este momento el tiempo me sobra. Voy a ofrendarte unos minutos; y espero que sepas aprovecharlos.

Ambos salen del lugar y el acompañante del elfo lo mira, ya a unos cuantos metros del lugar, con expectación.

Una peculiaridad: Necros percibe algo extraño en el ambiente. No podría definirlo, pero parece que en el entorno flota una magia poco usual que de momento no parece ni buena ni mala. La sensación es fuerte y de alguna manera inexplicable confiere al elfo de algo de seguridad.

Al menos, por su discurso, Necros concluyó con que aquel encapuchado no iba a confiar en él por las buenas. "Tal y como imaginaba. Si quiero algo con él, tendré que darle algo a cambio, pues no creo que dé si no obtiene algún tipo de beneficio. Veamos si puedo sorprenderle". No sabía muy bien el porqué, mas el elfo estaba prácticamente seguro de que sus alas impresionarían lo suficiente a aquel misterioso hombre. Procedió a desvestirse de cintura para arriba. Dejó su atuendo negro y su camisa en el suelo. Su esquelético torso quedó al descubierto. Se podían contar todas sus costillas sólo con mirarle al pecho. Pese a su aspecto enfermizo, la palabra "seguridad" se leía en su mirada.

-Daba por hecho que no ibas a confiar en mí - explicó Necros. Sin embargo, si tú puedes otorgarme algo a mí y yo puedo darte algo a cambio, no habrá motivos para apuñalarnos. Así que proseguiré.

El elfo cerró los ojos y frunció el ceño. Durante el primer minuto, nada. Sin embargo, poco después se notó una pequeña alteración en el aire de su espalda; como un flujo mágico. Poco a poco se abrieron dos heridas de un tamaño considerable en ésta, cerca de los omóplatos y alineadas con éstos. De ellas, empezó a brotar sangre. Pero lo más grotesco de la imagen era que, de aquellas heridas, afloraron dos alas que fueron creciendo hasta tomar el mismo tamaño que las alas de los ángeles. Las plumas eran negras y estaban manchas de sangre. Sin embargo, esto era difícil de apreciar debido al color.

Una vez sus alas estuvieron desplegadas y en todo su esplendor, Necros empezó a jadear, pues sacarlas le suponía un gran esfuerzo y le ocasionaba un gran dolor. No obstante, se recompuso y miró inquisitivamente a su interlocutor, esperando a oír su opinión al respecto. "Si esto no me sirve de nada, creo que lo mataré, pues no me conviene que alguien sepa mi secreto" - pensó Necros.

El viento nocturno soplaba fuera con algo de fuerza, como queriendo hacerse notar. No llegaba a generar molestias, pero las túnicas de nuestros dos personajes se agitaban con constancia a su son.
Algo en las nubes presagiaba una lejana lluvia y la luna se disimulaba en la oscuridad del cielo entre contornos curiosos de remanentes de la tormenta que ayer se hubiera desatado sobre la zona.
La humedad se respiraba y causaba cierto bienestar... Es lamentable que el pobre elfo tuviera que abocarse a semejantes sufrimientos en una velada tan naturalmente hermosa.
El otro, algo menos despreciado por la vida en sus facciones pero inmensa y descaradamente más despreciable en su mente; no tanto porque el otro sea benevolente, sino porque este, en su maldad, es insignificante y frío.
De ello da cuenta su actitud durante lo que duró la metamorfosis del elfo. Cruzado de brazos le miraba arqueando una ceja con asco como se mira un animal muerto pudriéndose en el campo, cuando los gusanos y los hongos se debaten por las mejores piezas de esa inmundicia general. Eso era para el humano el pobre Neth: una inmundicia más que agregar a sus registros.

El elfo jadeba de dolor y apenas podía recobrar la postura “erguida” que lo caracterizaba. Las alas no tuvieron un gran efecto en el humano: ya había visto en el pasado cosas similares y esta no le indicaba ninguna diferencia superadora, pero sin embargo, el elfo comprobaría en breve que no tendría necesidad de matarlo.

-Bien... tienes algo fuera de lo común y por ello te aplaudo... pero si lo consideras “soprendente” debo anticiparte que decepcionas nuestras artes. No es gran cosa en esta senda y yo, particularmente, no encuentro motivos para creer que de esto puedo sacar algo beneficioso.
Pero para tu fortuna, he aquí que en mí sí se ha dado algo especial y útil para ti.
Hace unas noches me encontraba estudiando en una posada cercana cuando el aire comenzó volverse insoportablemente denso. El solo hecho de respirar me suponía un esfuerzo.
Seguidamente noté desvanecerse mi capacidad mágica... no mi poder, que parecía crecer inconteniblemente a cada segundo, sino mi capacidad; sentía que sobre las corrientes que confluían en mí en aquel momento estaba perdiendo el control total de mis capacidades espirituales. Estaba como abrumado por un poder sin igual que me dejaba probar su esencia, pero alejado a una prudente distancia y erguido frente a mí con solemnidad.
Las luces del poblado, pocas y alejadas unas de otras, se apagaron todas juntas y la luna dejó de clarear. Las estrellas se ensombrecieron y una especie de bruma purpúrea comenzó a entrar por las ventanas y fue acumulándose frente a mí. En unos pocos segundos comenzó a mutar hasta alcanzar una forma semidefinida como de fantasma o espectro.
He visto muchos de ellos en mi vida... pero este era diferente. Es más, este no era ninguna manifestación que yo conociera... solo su forma, curiosa, intentaba serme asimilable. Pero te aseguro que yo, con lo que he visto y vivido, con mis helados nervios y mi inquebrantable temple, experimenté por primera vez el terror.
No puedo decirte de dónde salía esa desesperación, pero sabía que esa... cosa... era terrible y no tramaba nada bueno... Pero con todo, su poder era tan magnífico... tan grande, que no podía ni considerar la idea de alejarme de él.
Esa cosa me miró con dos rojizos ojos brillantes y una siniestra sonrisa, como divirtiéndose con mi alteración. Y he aquí que me habló.
“No comprendes nada ahora y no necesitas hacerlo. En unos días te encontrarás con un moribundo elfo. Lo distinguirás por ser el único de su especie con alas. Tráelo a mí y quizás vuelvas a verme. Sé que me temes; y lo haces con razón... pero también sé que necesitas tenerme ahora que me has visto. Descubre. Sacrifica. Supera. Esa es la vía del nigromante y has de cumplirla... o te aguardará un destino más miserable que la muerte.”
No me dijo nada más, pero sé, no puedo explicarte cómo, que lo encontraremos en las ruinas de Alidaira.
Yo he de ir ahí ahora... y si te interesa de verdad la nigromancia vas a venir conmigo. Ese demonio puede ser quien nos confiera su pacto, y cómo aprendiz habrías entonces comenzado casi por el final. He buscado contactar con alguno de su estirpe durante años, y si te buscan debes sentirte realmente halagado y responder a su llamado. Si te atreves a dar este paso podría ser tu tutor con verdadero gusto.

El hombre, luego de su largo discurso, aguardaba, ahora con impaciencia, la respuesta del elfo.

Por una causa o por otra, Necros había conseguido ser útil para el encapuchado. Eso sólo significaba una cosa: su meta estaba más cerca. Además, el hecho de ver a un espectro como aquél era algo que cualquier mago desearía conseguir. Quizás la muerte le esperaba si seguía al nigromante, mas no tenía otra opción que arriesgar. Si no arriesgaba, era obvio que no conseguiría nada. Y aquel misterio parecía plantear una recompensa cuantiosa.

Así pues, cuando pudo recomponerse, escondió sus alas y recogió su túnica y su camisa. Se vistió y miró al nigromante. Su mirada de desprecio había sido substituida por una impaciente. "Bien, parece ser que su desprecio ha sido substituido por la necesidad de tenerme a su lado. Creo que me aprovecharé de ello. Además, así no tendré la necesidad de matarlo, pues me podría haber resultado problemático.

El elfo se acercó al nigromante y lo miró directamente a los ojos. Seguidamente, se postró ante él, apoyando su peso en la rodilla derecha y en el puño izquierdo, al mismo tiempo que miraba al suelo. Seguidamente, contestó a la pregunta del humano:

-Humildemente acepto ser su nuevo pupilo, maestro. Así como a usted, me interesa la nigromancia y tengo la necesidad de ver esa aparición. Por lo que me ha explicado, podría ser la fuente de un poder imperecedero si conseguimos hacernos con él. Sin embargo, tengo otra petición. Me gustaría que me enseñara a sacarle partido a estas alas y a minimizar el impacto que suponen en mi marchito cuerpo.

Cuando el elfo obtuvo su respuesta, se levantó y volvió a hablar.

-Maestro, usted decide cuando nos pondremos en camino hacia las ruinas de Alidaira.

Lo que el nigromante no sabía era que el elfo se desharía de él cuando no tuviera nada más que enseñarle.

La situación se tornaba algo más conveniente para los participantes de esta historia… siempre y cuando entandamos que se sigue tratando de traicioneros nigromantes.
El humano se relame por dentro ante la respuesta de Neth.

-Muy bien. Ahora ya no hay vuelta atrás. Espero que entiendas, joven aprendiz, que has de profesar la obediencia por sobre todas las cosas.
El camino de la nigromancia es posiblemente el más difícil de todos; y además es la regla que las decisiones que debemos tomar contrarían en la mayoría de los casos al sentido común. Por ello, si te digo que hagas algo, debes hacerlo sin dilación. Los tiempos en los rituales deben ser perfectos y no hay lugar para quienes dudan. Aún cuando algo te asuste horriblemente y sientas que de hacerlo podrías perder la vida, hazlo. Las decisiones oscuras son las únicas que podemos tomar.
Pero tranquilo… te acostumbrarás a ello antes de lo que imaginas.
Sin embargo, respecto a tus alas… me temo que no hay nada que pueda hacer yo. No conozco mucho sobre metamorfos ni sé nada sobre las alas como para que te sean útiles. De todos modos, lo más probable es que sean solo una deformación, en cuyo caso te serán inútiles hasta el final de los días. Podría enseñarte a aliviar el dolor si lo deseas… eso si es muy necesario en las artes nigrománticas, pero realmente sería una pérdida de tiempo si sólo es para sacar y esconder algo tan inútil.
Ven, marchemos cuanto antes que estamos muy cerca y podemos llegar mientras la noche sea suficientemente oscura.

Ambos se ponen en marcha de inmediato y avanzan a través de los sinuosos caminos de Melvira hasta llegar a las oscuras ruinas de Alidaira.

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